El Periódico, 27 de Junio de 2001
Cuando una mujer queda embarazada, solo ella puede decidir la prosecución de la gestación. Si el hombre no quiere y el hijo nace, la ley permite que se pueda imponer esa paternidad en base a la verdad biológica. Se obliga así a este varón a algo que no quiso y se permite a hombres que se desentendieron de la paternidad despertar después de algún lustro e irrumpir en la vida de un menor que tiene ya otra familia. ¿Favorece al niño imponerle legalmente un padre que nunca quiso serlo o situarlo bruscamente ante un hecho biológico que desestabiliza su armonía familiar?. Si en los hijos nacidos por técnicas de reproducción asistida, la verdad biológica es irrelevante, ¿por qué los demás no merecen igual protección cuando su origen paterno es ajeno a un acto voluntario?